Ya tengo recorridas las ausencias
con su ir y venir, sus cambalaches,
sus viejas intenciones y sus antiguas luces
apagadas de adioses y de promesas falsas.
No creo ya en románticos libelos
ni en panfletos que arden.
Mi experiencia de amor fue toda pánico
y quedó así, casi hecha un ataque
a flor de piel y a flor de inteligencia.
Quizás sean los años
en los que conviví con la desgracia,
los que me ha transformado en esta Hormiga Atómica,
atónita de a ratos frente al fragor vital
que se vislumbra más allá del témpano.
Como una semillita de jengibre,
algunas penas curo
porque tanto vivir no ha sido en vano
y tengo una raíz benefactora para el dolor de grito,
o cuando el llanto duele hasta las lágrimas.
Me gustan los veranos de retoño profundo,
que devuelvan
carisma verde al polvo de los días
porque los días pasan como un viento de agosto
que no sabe aferrarse a la fortuna.
He dejado el invierno para luego
cuando ya sea tarde en la sonrisa.
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