Inflore-ser


Voy del canto al olvido y de repente
crecieron telarañas.

Voy del canto al olvido
con un plumero inútil y un tarro de lejía
pero

en el rostro del día está el poniente
con su boca de sal
su capa de tormentos
sus ciudades vacías de mañanas
sus velas consumidas
sus velorios
y un camposanto largo como un mundo sin mí.

Voy del canto al olvido
porque en la boca escampan los recuerdos sonoros
y devuelve un diluvio sin manzanas.

Creo que voy a regresar por el camino inverso.

Voy del olvido al canto
si no hay forma
de que nazcan de pie las alegrías*
coloreando balcones y terrazas.

Huyo de tanto olvido en los recuerdos
y de viejos clarines que reclaman
el toque de silencio por aquella.

Yo regreso hacia el canto
con esta migración de manantiales.

*Las alegrías son unas plantitas muy simpáticas y humildes que no paran de dar flores de tantísimos colores durante toda la estación cálida. No sé si en otros lares se llamarán así, pero creo que tienen un nombre maravilloso y muy de acuerdo con su comportamiento floral.

Despena


Las ciudades arrasan con nosotros.
Nos van poniendo lejos de las cosas
como en el ajedrez
un peón se aleja de su escaque
y ya muy lejos de él, corona en reina.

¿Qué pinta tu palabra?
¿Qué gambito le ofrece a tu momento
de caminar a pie
por el tablero de los sinsabores?

Un sentir provinciano
me hace pensar en una voz de fruta,
un momento de pájaros y olivos
un rumor en la playa, solo el viento,
un rescoldo, un amigo, una alegría.

¿Qué somos si no nuestros momentos?
¿Qué somos
bajo la piel de día y el trajín
si no la cuerda frágil de la infancia?

Somos nosotros eso y lo olvidamos.
La forma de sentir
la forma de mirar
la forma de escribir
y esa melancolía que atraviesa
de par en par abierto
el pan de cada día.

A-za(ha)r


No pretendo ocupar otros lugares
ni pretendo tampoco
oficiar de consuelo pasatista
rearmando tus trozos con mis manos.

Veme tal como soy.

No busco reemplazar donde te sangra
la función de la esclusa que está abierta.
Ni hacer de esparadrapo cura todo
porque sé que no puedo.

Soy sólo quien te escucha.

Aquella que te escucha peregrinar de noche
buscando los dondiego
para amasar papeles con sus perfumes húmedos.

Aquella que te ve
como una especie de hechicero cósmico
buscando en su atanor a la fortuna
que le llene de amor sus cofrecillos.

Solo y desamparado como un pájaro viudo,
como un puzzle al que le faltan piezas
y tiene las figuras en mitades,
te veo degollarte con estrellas
en los charcos de agua.

Soy la que oye y soy la que te mira.
Nada más que alguien más a tu costado
que te pregunta ¿amigo, estás sufriendo?
para arroparte igual
que un aroma a naranjos en la tarde.

La sombra del sonido


Hoy la palabra noche ocupa todo
(Manu Martinez Barcia)


Yo, siempre desde lejos,
siempre como quien oye una voz en la sombra
y levanta los ojos
y piensa en el quejido que se le acerca
ingrávido

oigo tu largo ruego
un ruego interminable que se propaga y canta
una búsqueda sola en medio de las búsquedas
un lamento sin nadie
una oración sin templo

y a veces me pregunto

qué sucedió en tu boca
qué sucedió en tus manos
qué sucedió en tu pluma
quién murió en tu cuaderno
quién se olvido tus rimas
quién te dejó en el mundo de las cosas que quedan

a merced del suspiro.