Islera


La isla está tranquila.

Suave como un crepúsculo sin viento
curvada como un ala en aire cálido
la isla está tranquila.

Se ha llevado hacia sí las caracolas
y las guarda para un después sin velas,
todo pájaros
que migren hacia adentro.

La isla está tranquila con sus árboles
de pan y de manzana,
con sus besos de piedra salitrosa
en el fondo lunar de su escollera.

La isla ha dibujado un litoral sin hambre
donde los peces duermen
y desde lo profundo de sus selvas
no acumula tambores de batalla al oído del mar.

La isla es una noche con estrellas prolíficas,
cálida y amplia, plácida y sonora
con el cuerpo extendido al universo
y las manos abiertas.
Se han apagado todas sus fogatas.

Sobre su vientre regresó la luna.