Contrapostura


Me sigues, claridad, a todas partes
dorándome los bordes
como si fuera un pan recién horneado
desmigado en las mesas
olvidador del hambre.

Me sigues, claridad, como una espiga
de la luz de diciembre
perfumada de lluvias en mi trigo sonoro,
tela de araña clara que me envuelve
repitiendo su vértigo concéntrico.

Me sigues claridad, como una gota
de mis lagos del alma
mojadora de todos mis papeles
del hábito de vida de mis ojos
de esta ancha sonrisa fascinada
por el doliente acto de vivir.

Me sigues, claridad, cascabelera
como una fiesta patronal antigua
con tu disfraz de sol sobre la sombra
y tu candela alzada
y tu arcoíris.

Le respondo a tu nombre con mi sino
de no entregarme nunca a los "no puedo"
y rearmo tus formas en mis manos
como un puzzle de espejos prodigiosos.

Estallo en el umbral del imposible
como un fénix de frutas nacaradas
y lloro luz a veces
cuando venzo
en los charcos con luna a la ancha noche.

Acuartelada


Parece que no hubiera
otra razón para existir que el llanto
o la queja infinita
o el reproche de amor, interminable.

Que no hubiera en el mundo
otro motivo más para el poeta
que la voz de sí mismo
gira y gira
dentro de su madeja de dolores.

Y si no
la protesta
y otra vez la protesta y la protesta
que no protesta nada
más allá de la bronca literaria.

Sentimientos de todos que se escuchan
repetidos por todos
con las mismas palabras que se dicen a uno
y a otro y a otro más
como si para nadie hubiera únicos
o irrepetiblemente únicos.

Por eso escribo poco
últimamente.

Por una cuestión de unicidad de mí
con mis causas extrañas
y mi tesón furioso
por no hacer de la lástima un esquema
ni del amordeamares, estandarte
escribo poco.

Será que calladita estoy más guapa
menos beligerante
más yo misma

o que he perdido el punto del estímulo
y miro desde lejos las palabras.

Vaya a saber qué pasa con Lucía.

No existe el cerrajero prodigioso
que pueda abrir la puerta
de este cuartel de invierno de mi boca.