Alabanza de su voz



Me gustaba su voz que repatriaba
pájaros amarillos
porque la suya
no era una voz austera,
una voz astringente o temerosa
sino una voz en vuelo,
un estallido en vuelo,
un mar que se volaba hacia la hondura
como un pez delirante y neptuniano.

No era una voz sin viento,
semioculta en los rincones para no mostrarse
y driblando con la tontería sus ganas de decir.

Por el contrario
su voz era un recurso de promesas,
una labranza desaforada de predilecciones
dentro de una chistera de hacer rendir el pan.

Su voz era tan rara
que en ella sonaba bien hasta un rebuzno
y por qué no decirlo:
tenía una voz de seducir madrastras tristes.
Una voz de esas voces que quieren los poetas
para hacerse famosos a estocada de versos.

Una voz bruja o una voz embrujada
en que plantar olivos o maquetar diez barcos.

Me gustaba esa voz que nunca iba a ser mía
por más que yo esmerara mis maderas
o tejiera edredones de largas lanas mágicas.
Todo se entiende el día en que el cartero dice:
“hoy no hay carta”
y lo repite también al día siguiente,
la siguiente semana y la que sigue
y lo repite aún después del mes.

Al revés de Sabina,
para decir adiós no hubo motivos.


Eso es algo que ocurre, simplemente.


Tournée

Imagen de Elfen Lied



No quiero lastimar
esa colmena que hay en su corazón.
No quiero lastimar a sus abejas
ni adulterar su miel adormilada
que hervirá en sus futuros de brujas futuristas.

Soy un bichito raro.
Tengo caparazón,
alitas de murciélago
y garras que están un poco mochas
pero responden bien a la defensa.

Soy un bichito raro en su grutita,
juntador de bellotas y papeles
acostumbrado a un otoño interminable
que ya no le preocupa.

No crean que soy una mujer que se parece
a una pobre mujer

ni soy una mujer necesitada de un hombre protector
que acomode en su oído las ansiadas lisonjas
y todas esas flores que seducen
(en teoría)
al consetudinario femenino.

A veces les diría que hago de mujer
para no sentirme desterrada del gremio,
definitivamente.

En algún punto ese Sicario y yo somos lo mismo
aunque él es más sano e inocente
y no sabe matar por más que diga.

Matar es otro asunto, un poco más severo y efectivo,
porque desde la muerte no se vuelve.

Y no se vuelve más.

No el muerto. El que ha matado es el que no regresa
jamás desde la muerte
-dice un amigo mío-.

Y para matar al amor
hay que matarse
hasta la más extrema descorazonadura.

Lo sé por experiencia.

Y en eBay, me dijeron, no venden corazones
ni se pueden pedir al Ministerio.

Desnudo por desnudo.
Revólver en la mesa.
Gire el tambor.
Su turno...