Paisajes de mí
Al borde de la piel hay un aroma
de palo santo dulce
y un vigoroso espliego entre la ropa
que al viento se sacude.
Cae el atardecer y es todo pájaros
el cielo. Se produce
un movimiento pálido y terrestre
dibujado con luces.
Queda apenas la boca demorada
como en un canto fúnebre
y todo se amarrona y subdivide.
La vida se diluye.
Lejos de la ciudad existe el mundo
en el que yo no existo y al que acude
mi corazón universal. Palpito
con mi temblor de caña, en mansedumbre.
Frente a la adversidad del día a día
soy un metal precioso que se funde
en un sol cardinal, luz demorada,
un temblor ancestral, agreste y dúctil.
Pienso en mi paz y voy a mis fronteras
para verme llegar, extraña y múltiple.
Soy ese ser vital hecho de especias
que nace del derrumbe.
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