Ritual I


Tardó cinco años en crecer mi cabello. Cinco años, hasta que llegó a mi cintura y pude atar mis trenzas con un lacito rojo.

Tardó cinco minutos en dejar de existir.
Se supone que soy una guerrera entrenada en los hábitos de la muerte y que cuando salgo a combatir, debo rapar mi cabeza.

Nos miro en el espejo.

Somos tres.

Él, que es el guerrero en jefe, fue el primero en comenzar el rito. Entonces rapó su cabellera plateada.
Seguimos sus dos hijos. La mujer y el pequeño.
Pensábamos hacerlo sólo él y yo. Porque sabemos que vamos a pérdida y el combate ceremonial será muy corto.

No se lleva los niños a la guerra. Ni a ésta ceremonia funeraria.

Pero ellos, los varones, se acicalaron en el baño de márnol, con esponjas y aromas. Lavaron prolijamente sus cuerpos con agua sin jabón, muy despacito.
Él le enseñó al guerrero pequeño dos cantos en su idioma.
Yo ya los sé. Los aprendí hace mucho.
Sé que su mujer, la otra guerrera, también se ha cortado su cabello.

Él, anoche delegó su misión en el más loco de sus discípulos.
Le pregunté por qué y me respondió que porque hay que estar loco para venir a misionar a este planeta y obtener la victoria.
Yo nunca dudé de sus poderes y el que lo haya visto hacer milagros, sabe que es un ente poderoso.

El discípulo no estaba en la casa. Pero él me dijo : Golpea y se te abrirá.
Así que igual empecé a dejarle el mensaje al discípulo en su casa vacía y éste me respondió al instante.

-¿Ves que estaba?- me aleccionó mi padre.

Lo miro mientras elije con muchísimo cuidado la ropa para el rito. Las galas del guerrero.
Siempre fue un hombre hermoso, con ojos tan tristes que no pueden reir.

Ahora, tenemos que esperar que haya silencio.
Cuando las voces cesen, bajaremos al campo.

Hay muchos pájaros.