Pareciéndose al miércoles

 



Se dice de los miércoles

que son esos días sin fortuna
a mitad de almanaque
y atrapados
en el centro gravitacional de la semana.

Días a medio hacer en la tristeza,
insulsos y peores que los lunes
porque no generan su rechazo
ni alegría tampoco al estilo del viernes.

Un poema los miércoles de lluvia
es apenas un trozo del otoño,
una rama sin luces que golpea en el vidrio
su llamada a las hojas
como un pájaro viejo que se muere
en un rayo de sol.

El miércoles es calmo y silencioso.
Una fruta sin punto de sazón aún
que madura en su pálida impaciencia
los jugos por venir.

Yo soy, a veces, una especie de miércoles de humo,
un miércoles sin gente,
con algunas torcazas
y tu voz que me olvida

y que se vuelve lentamente

aire.

Algarrobada

 



El litoral del canto se ha quedado

sin los ríos oscuros

y está muy seca su lengua de raíces

bajo la sed de un sol que es todo invierno.


Observo este paisaje

y dejan de ser míos los horneros

que no miran al sur. 

Hay una neblina hecha con junios

atada sobre julio como un ancla sin barco

y el silencio

es todos los silencios 

apilados sobre la lengua rota.


En mi jardín de invierno habita el frío

aunque le caiga encima el mediodía.


En un rincón, 

ese que tiene sombra todo el año,

ayer, bajo el menguante de una luna de hielo

planté un algarrobito.


Y hoy estaba todavía ahí, 

fuerte y pequeño, como su voz de árbol que se precia

de resistir la helada en las postrimerías del  paisaje.


No olvida, mi algarrobo, su condición de árbol.

Yo tampoco.