Ciudad portuaria






A veces, en la boca se me acumula el miedo a la palabra y una niebla de puerto se resigna a no tener fronteras. Dejé los pass de deux en el cuarto del fondo, atados al baúl del hechicero encantador de murgas, hacedor de cadenas de vidrio y amapolas, navegador de vírgenes, burilador de putas y amante de quién sabe que otro mundo al que no quiero entrar. Tengo bastante con la ferocidad de mis recuerdos, con los gritos de viejas pesadillas, con mis flores que no responden a la credulidad que las inmola. Tengo bastante con todas las fogatas que quemaron mi bosques y mis ciervos y con la reedición de las mentiras que endulzan con el opio de las lágrimas. Escapo como puedo de mi muerte y hemos llegado a hacer un trato justo. Le he dado un cuarto aquí en mi corazón.


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