Animal que conversa II




Luz mala*

Ya no puedo bailar. Se fue ese tiempo
de los giros veloces,
del pañuelo que vuela hasta los pájaros,
del relente de música en la sangre.

Ahora todo es tácito. Está quieto.

No puedo sobornar los huesos de mi mapa
y me transformo en una anciana renga,
que escribe sus memorias en el caos
como la mariposa.

Delineo mis ojos con pintura de guerra.

Quizás bailemos quietos un ritmo insospechado
y después
después de haber bebido
reído
hasta girado en ochos majestuosos
y arrestos inmaduros
ya no pueda mover mi esqueleto de momia
y tengas que cargarme hasta la casa.

Señalo el maquillaje. El cuarteto de sombras,
alcanzámelo, digo.

Y repetís: Un cuarteto de sombras
lo mismo que nosotros.

Siempre tu punch de drama, pienso a penas.

Salimos a bailar. Sueño que puedo.



*Se le llama así a la fosforescencia que en la noche producen los huesos de esqueletos abandonados en el medio del campo. Le dicen luz mala porque danza sobre los muertos.








Finalidad del donativo

Ciertas cosas no están hechas para el don, decías
y abreviabas la vida de la desesperanza;
yo aprendí a combatir esa constante
y me dejé llevar por la inconstancia de la improvisación.
Agregabas aquella expresión a tus victorias
como una conquista sobre la voluntad de pertenencia
que llamabas tu sino
y te reías de él.

Siempre me pareció la tuya una irreverencia trágica
y por eso te contestaba eso de que yo
me consideraba un tanto mística
aunque intentara 
también 
sacarme el don de encima.

Mi rebelión te hace reír, aún.

Te hace reír con tu inclinación hacia la metafísica inclemente
donde los muertos se manifiestan
en una procesión que no termina sino en tu corazón


desangelable.






Sensación interrupta

Hablemos de otra cosa, dice tu voz oculta

pero tu voz 
tiene esa construcción silenciosa
de hormiguero nocturno 
que se apodera de los cimientos de la casa.

Tu voz que no se escucha crea túneles,
tuneliza lo que se no se ve
y después hay que bajar a esas estructuras subterráneas
como si bajáramos a una estación de subte
atestada de ánimas que huyen de su condición de transparencia.

Me explicás que la muerte 
tiene una serenidad poco común cuando se instala.

Yo también lo sé.

Nos miramos, como viejos ladrones cómplices
que aún guardan un tesoro
sabiéndose incapaces de gastarlo.

Los tesoros no están para gastarse, decís.

Sobreviene el silencio, como un robo.


(Del poemario: Animal que conversa)


No hay comentarios:

Publicar un comentario