Si no hubieras escrito
tanta aclaración a posteriori de tu tremendo impulso
habrías presenciado un nuevo choque cósmico
(porque yo
te había preparado una sorpresa,
guerrero de Elder Scrolls).
Recuérdame como la vez primera en que me viste...
era joven y azul y una hechicera
que dormía en un lago
y tú
eras un ímpetu que olía a todos los mares del planeta.
Vivíamos en cuevas con diamantes y pequeños dragones
y al apretar los ojos
conseguíamos que nos crecieran alas en los pies
y nacieran estrellas de las frentes.
Al fin es lo que somos, dos viajeros
que recorren el tiempo en un ir y venir
de sombra y luz,
de vibración oculta e infinita,
un mundo inmaterial hecho con largas olas silenciosas
que van y van entre las edades de un único universo
con todos sus universos invencibles .
No sé qué extraña pócima obtuviste
trasegando los árboles del pan,
o a quién robaste todas las liturgias que no aprendió Cupido en tanto tiempo,
pero el sol en tu nombre resucita,
se levanta lo mismo que un escudo
y encadena la vida y el misterio al diario renacer.
Te tenía un regalo y te lo doy (antes de Elder Scrolls ya lo tenía,
mi extraño prisionero irrepetible).
Es como si te soñara cuando leo...
No me voy a morir.
Yo también, COMO VOS
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