Ya que hablamos de algunas llanteras memorables
y de cuántos dolores se mantienen en vela
yo me agazapo a veces con oscura cautela
para llorar ausencias que son irremediables
y que marcan mi vida con su rotunda estela.
En mi interior desbordan mis ríos navegables
como un turbión barroso de potros que a la espuela
arrasan los sembrados como arrasa la muela
del molino los granos de mis ratos afables
porque de algunas muertes ya nada me consuela.
No sé soltar los muertos que amé con demasía
porque me quedo huérfana de amor y mansedumbre
así que me los traigo para arraigar mi lumbre
y los mantengo vivos dentro de mi masía
para abrazar a solas toda mi soledumbre.
Yo soy de las que llora con la piel de las manos
dos lágrimas de sangre sobre altares humanos
mientras pienso en mis cosas como cosas juzgadas
y espero con la calma de las desangeladas
que todos mis dolores se vuelvan más livianos.
Por eso con mis muertos mantengo soliloquios
y les pido consejos y les canto al oído
cuando ellos me susurran que soy lo más querido:
Muchacha extravagante de los raros coloquios
que remedia a su modo su tiempo malherido.
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