Acuartelada
Parece que no hubiera
otra razón para existir que el llanto
o la queja infinita
o el reproche de amor, interminable.
Que no hubiera en el mundo
otro motivo más para el poeta
que la voz de sí mismo
gira y gira
dentro de su madeja de dolores.
Y si no
la protesta
y otra vez la protesta y la protesta
que no protesta nada
más allá de la bronca literaria.
Sentimientos de todos que se escuchan
repetidos por todos
con las mismas palabras que se dicen a uno
y a otro y a otro más
como si para nadie hubiera únicos
o irrepetiblemente únicos.
Por eso escribo poco
últimamente.
Por una cuestión de unicidad de mí
con mis causas extrañas
y mi tesón furioso
por no hacer de la lástima un esquema
ni del amordeamares, estandarte
escribo poco.
Será que calladita estoy más guapa
menos beligerante
más yo misma
o que he perdido el punto del estímulo
y miro desde lejos las palabras.
Vaya a saber qué pasa con Lucía.
No existe el cerrajero prodigioso
que pueda abrir la puerta
de este cuartel de invierno de mi boca.
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Muy agradecida, Antonio.
ResponderEliminarBesote
Ars-luminum de ti que nunca ensombrece, ni siquiera los días de tristeza.
ResponderEliminarUn beso.
Un beso enorme también para vos, Manu.
ResponderEliminarGracias por venir a visitarme.
Hermosa poesía cuanto razón tienen tus versos al mencionar como hemos abusado con ellos hablando solo de amor, desamor y tristezas.
ResponderEliminarTe dejo mi saludo y admiración.
Muchísimas gracias por venir.
ResponderEliminarMuchos besoooooooooooootes